"También ríen en los charcos los inmundos renacuajos cuando rozan el plumaje de algún cóndor que cayó"
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domingo, 22 de febrero de 2015

De Condes, Abates y Castillos V

Como ya dije unas cuantas veces la historia de El Conde de Montecristo tiene un poco de cada condimento que interesan en este sitio: traición, venganza, amor, duelo, arrepentimiento, imposturas, fuga, aventura…
De todas las películas basadas en la novela de Dumas que hemos analizado esta que presento hoy es la más fiel ya que están muy bien repartidas las secuencias de la historia como para que la trama tenga un correcto dinamismo y así lograr que se destaquen las partes esenciales en tan solo 100 minutos, cosa que no habían podido lograr en la superproducción de 2002 donde las escenas de aventuras y duelos se llevaron mucho protagonismo. De todas las que vimos a la que más se asemeja es a la de 1975 protagonizada por Richard Chamberlain, aunque la que presentamos hoy vio la luz dos décadas antes.
Con dirección de León Klimovsky y el reparto de Jorge Mistral como Edmundo Dantés, Santiago Gómez Cou como el procurador del rey Villefort, Elina Colomer como la esclava Haydeé y Nelly Meden como Mercedes, este film argentino de 1954 dio mucho que hablar en su momento, y todavía tiene algo que decir, aunque me parece que ¡solamente en este blog!

Arranca por la mitad del libro, cuando Edmundo va a los espectáculos públicos con su “esclava” Haydeé ya presentado como Conde de Montecristo y el vizconde lo desafía a un duelo (“reparación” la llaman). De ahí, mientras escribe su diario se produce un flashback hacia el principio de la historia en la novela y volverá al presente recién sobre el final del film, como para concluir el duelo y cerrar la historia.

La escena que solemos analizar y comparar entre los distintos films, aquella escena paradigmática para quien escribe esto es la del encierro en el Castillo de If.
Viendo la escena sesenta años después llama la atención lo teatralizado de las peleas y lo sobreactuado del acento al estilo comisario de Hijitus del carcelero. Es un acierto que el abate (protagonizado esta vez por Francisco López Silva) se llame Farías, aunque no es ni por asomo el mejor abate Faria. Creo que Richard Harris en la del 2002 le gana por afano y que por estos pagos el que se destacó fue Ulises Dumont en la novela Montecristo que también hemos analizado.

Quizás en lo que fallan es que no dejan ni un hilo de misterio, explican paso a paso como se escapó Edmundo. Todo muy fiel al libro, demasiado fiel y sin utilizar algunos recursos interesantes como la voz en off que se utilizó en la de 1975 y además el maquillaje no es del todo creíble (quizás en el 54 lo era).

Algo a destacar en el reparto de personajes es que no se le dio tanta cavida al personaje de Fernando Mondego (aquel que planea el encierro de Edmundo para poder casarse con su prima Mercedes) protagonizado aquí por Ernesto Bianco y en cambio se le dio mayor importancia a Villefort y a Haydee. La parte amorosa, de celos del primo y de la boda es demasiado exagerada, sobreactuada, aunque recordemos siempre que estamos en 1954.

“No debo haber cambiado tanto” dice Edmundo (convertido ya en Conde) cuando los piratas lo reconocen a pesar de ahora tener bigotitos y no ya barba y pelo largo. Morel (Acotación al margen: así como fue un acierto que Faria sea llamado Farías también lo es que Morrel sea Morel) le hace ver al Conde una foto de Dantés ¡Cómo nadie se da cuenta que es el mismo! Cae en el error típico de la mayoría de las películas sobre esta historia, no pueden representar el paso de veinte años y los ataca el síndrome Superman (nadie se da cuenta que es Clark Kent y lo único diferente es un jopo y unos lentes).
En cambio este detalle fue superado en la versión de la telenovela francesa de 1998, en donde hicieron actuar a los hijos de los actores y así demostrar el paso del tiempo (pero claro, también motivado esto porque el tamaño de Depardieu no “encajaba” en versión adolescente). Además en esa mini serie tuvieron 400 minutos para desarrollar la historia, en cambio acá un cuarto de ese tiempo.
Pero tan solo por unos bigotitos no nos van a convencer… no señor, ¡exigimos una reparación!


domingo, 20 de abril de 2014

De Condes, Abates y Castillos IV

Esta es la cuarta entrega de un análisis de comparación entre el libro El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas y sus adaptaciones audiovisuales. Anteriormente vimos los films del 2002 y de 1975, y también la serie francesa de 1998. Hoy es el turno de la telenovela argentina “Montecristo” de 2006 producida por Telefé.
Sí, me vi los 144 capítulos de los cuales al menos 70 fueron de relleno o con historias que se desviaban de la trama central. Entiendo que la novela tenía que durar el año entero y que los guionistas llegaban con el libreto ajustados como calzón de torero, pero hubo historias que no se cerraron y otras que se resolvieron a los tumbos. Así y todo, tiene muchas cosas positivas, lo que permitió alcanzar un rating altísimo y ser un éxito internacional, llegando a hacerse reversiones en numerosos países, sobre todo en Latinoamérica y consiguieron el reconocimiento de la crítica y numerosos Martín Fierro en mano.

Entre el elenco lo tenemos al sobreactuado Pablo Echarri (Santiago Díaz Herrera en la telenovela) haciendo las veces de Edmundo Dantés del Siglo XXI y cuya voz a veces será un ininteligible susurro. Paola Krum (Laura) es una excelente Mercedes, un tanto explotada y sobreexigida en su desesperación por los escritores. Pero por lejos lo mejor del programa fueron los antagonistas. Desde Joaquín Furriel (Marcos lombardo) en el papel de Fernando Mondego, aquel enfermo de celos que tan bien le sienta, pasando por el más malo entre los malos de Oscar Ferreiro (Alberto Lombardo) que meneja todo desde las sombras y el siempre autor material Roberto Carnaghi (Lisandro), hasta Viviana Saccone (Victoria), Luis Machín (Rocamora), Virginia Lago (Helena), María Onetto (Leticia), Milton de la Canal (Matías), y todos los demás que también estuvieron muy bien en sus papeles.

 La adaptación a la contemporaneidad de la obra de Dumas está basada principalmente en la Venganza del personaje principal -"un amor, una venganza" dice el gancho del eslogan-, aquel que fue traicionado y encerrado en una cárcel durante largos años (en la telenovela 10 años, en el libro unos cuantos más), y de la cual logra escaparse para intentar recuperar todo lo que perdió: amor, familia, juventud. Creo igualmente que el mayor logro es como insertaron en la trama la trágica etapa de la historia argentina: la memoria y los desaparecidos durante la última dictadura militar, drama que nunca había sido incorporado en las telenovelas argentinas. Ambientada a tres décadas del inicio del Golpe Militar la historia exige un ejercicio de la memoria (yendo y viniendo del pasado al presente) y hace una clara denuncia a favor de los Derechos Humanos. Además toca temas como la Ética Profesional (de médicos, abogados y jueces), hablan de Secuestros, Cárceles y Exilios, y principalmente del Derecho a la Identidad. Y de ahí se desprende toda la historia del ocultamiento, del nacimiento de Laura en cautiverio luego del secuestro y desaparición de los padres; de la familia adoptiva que oculta su origen y de la búsqueda de su hermana, que sabía que su madre estaba embarazada al momento de su desaparición. Gracias a estos temas consiguieron atraer el interés del público que por lo general es ajeno a este género, entre los que me cuento.

La sinopsis completa la pueden leer de wikipedia. Así que vayamos a nuestra escena principal de análisis: la cárcel. Me costó reconocerlo en un principio, pero cuando encierran a Santiago quien hace de Abate Faria es nada más y nada menos que el gran Ulises Dumont (que en la ficción será Ulises) y que puede competirle mano a mano a la gran actuación de Harris en el film de 2002. Aparece en casi todos los primeros capítulos y luego en forma esporádica con el recuerdo de Santiago, hasta hacer su última aparición por el capítulo ochenta y pico. La traición y el encierro en la cárcel se dan en Marruecos en el transcurso de una competencia de esgrima (otro constante cruce que emparenta la telenovela con el libro y que va a tener a la espada como símbolo de lucha y de sed de revancha). Ulises es el anciano sabio que pasa a ser por casualidad el compañero de celda de Santiago y le da a conocer el secreto de un tesoro escondido y que, antes de morir, le da explicaciones para encontrarlo en caso de que pueda escapar de la cárcel. Este “abate Faria” es un uruguayo traficante de obras de arte, putea de lo lindo y hasta bardea a las minas; incluso juega al ajedrez, licencia que se tomaron los guionistas.  El abate no muere de causas naturales (o por el esfuerzo de la excavación al intentar la fuga) sino por el incendio generado a raíz de un motín en la cárcel. Y el reemplazo de “Edmundo Dantés” dentro de la mortaja por el abate no es completamente fiel, pero safa.
(Y ya que estamos entre tanto abate y abate, vaya anotándome con la srta. Abadi)

Acá va mi recopilación de esa secuencia, los ordeno en el orden cronológico que debería llevar y no en el orden aparecido en la novela, que de tantos flashbacks llegó a enredar la secuencia. Estamos ante uno de los mejores abate Faria: Ulises Dumont. 


Los detalles que aluden a la novela escrita y que garantizan la intertextualidad, se dieron en los primeros capítulos, como por ejemplo cuando leen, remarcan o extraen frases del libro (sobre todo de la temática de la venganza). También dentro del tesoro que Ulises le deja a Santiago en una isla del Tigre (la Isla de Montecristo del libro) es un original nada más y nada menos que de “El Conde de Montecristo”. También veremos a Santiago ir modificando sus disfraces ante sus enemigos, tal cual lo hacía Dantés, así lo veremos como chorro con pasamontañas, haciéndose pasar por ciego con unos lentes negros gigantes o pixelado por una cámara de TV. Algunos personajes secundarios pasarán a comportarse como otros personajes secundarios del libro, y así por ejemplo, Lisandro por momentos nos recordará a Northier y el pequeño Matías a Alberto Mondego. Pero, el gran acierto y sorpresa es cuando Santiago recibe su pasaporte falso para poder ingresar al país, y cambia su identidad por un par de capítulos pasando a llamarse Alejandro Dumas. También funcionaron bien las escenas del espejo, más cercanas a "El Fantasma de la Ópera" que a la obra de Dumas, pero supieron resolverlas y cierran hacia el final.
Igualmente uno de los momentos mejor logrados (sin contar las numerosas escenas en que Carnaghi levanta el programa con sus torturas o matanzas) es el capítulo 77, cuando Santiago reaparece ante sus enemigos que lo creían muerto.

Lo que queda claro también es el riesgo que se tomó en cuanto a la producción, ya que muchas veces era tal el vértigo, que el guión estaba apenas un poco tiempo antes a disposición de los actores. Uno de los últimos capítulos mostrará a los actores más relajados, riendo y hablando de que al fin iban a "poder dormir tranquilos". En ese trajín se tocaban temas de la actualidad reciente de la grabación, con noticias de la realidad social de ese mismo 2006, y, si bien en algunos detalles eran desprolijos (se ven numerosas veces improvisaciones y ni hablar de los micrófonos aéreos que muchas veces son más protagonistas que el mismo Echarri y de las veces que se ven las sombras de los camarógrafos) el espectador estaba viendo una ficción con tintes de la realidad cotidiana. Por ejemplo, en septiembre de 2006 ocurre la desaparición de Julio López y este hecho sacude a los guionistas que introducen la temática en la trama. También en algún momento hablarán de "la vedette que se cayó de un edificio" (caso Pradón). Al mismo tiempo, a partir de la novela, varios nietos fueron recuperados al tomar conciencia y preguntarse por su identidad. Y ahí es donde la ficción cruza la realidad social notablemente.

Hubo momentos donde la novela decayó, como por ejemplo en los triángulos amorosos o en las secuencias de secuestros, donde les faltó ritmo o una mejor resolución. Además me llama mucho la atención la facilidad con que se escapan de todos lados (cárceles, loqueros, mansiones completamente custodiadas) teniendo en cuenta  que al personaje principal lo salvó un milagro y que tuvo que esperar 10 años.
El final de la novela se vivió en el Luna Park con varios miles de fanáticos, en su mayoría minitas de 20 años de edad, y el final seguramente no las defraudó. Pero para quien les habla (y sin delatar detalles) el final logró estropear gran parte del desarrollo de los últimos capítulos. Creo que si la historia terminaba 30 o 40 minutos antes, hubiera sido un final aceptable y bien cerrado. Pero al parecer había que quedar bien con el típico público de culebrones para los que la relación del triángulo amoroso es más importante que la adaptación de la obra magistral de Dumas. Esa noche estuvieron presentes Alejandro Marley, Bolzoni (el autor de los temas musicales de la novela) e incluso algunas de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Todo este cóctel explica un poco el por qué del final tan chafa.

Ahora, una última pregunta ¿alguien me explica por qué en la presentación Echarri aparece en la terraza de un edificio de Buenos Aires con su melena al viento si la novela transcurrió en el Norte del Gran Buenos Aires?

lunes, 14 de octubre de 2013

De Condes, Abates y Castillos III

De todas las adaptaciones audiovisuales de la novela “El Conde de Montecristo” de Dumas que hemos analizado (hasta hoy), esta de 1975 resulta ser la más fiel. Respeta los acontecimientos en casi todos los aspectos y el problema resultante de ello es que, al llevar una historia de 800 páginas a sólo 100 minutos, los detalles quedan en el camino. Se simplificó la trama a un punto minúsculo y se tomó el drama justo y necesario por lo que el ritmo no permite ni un momento de descanso. Y claro está, la novela presenta muchas otras capas de sutileza y ahonda mucho más en el sentimiento central: la venganza.
Tenían que simplificar y los cambios en la primera parte tienen sentido, ya para el final me parece que se les fue un poco de las manos -la primera mitad trata el primer tercio del libro y en la otra mitad se encargan de los dos tercios restantes de la novela-. Además hay que tener en cuenta que es una adaptación televisiva y que el presupuesto no es el de la gran pantalla como la de Caviezel del año 2002. Y, comparada con la adaptación de TV de 1998 con Depardieu, es mucho más corta; por lo que al guión no se le puede discutir nada.



La mayoría de los personajes hacen su aparición, aunque algunos convirtiéndose inevitablemente de personaje secundario en extra. Richard Chamberlain se ajusta a la descripción del personaje principal: es un excelente Edmundo Dantés y Conde de Montecristo, incluso en sus otras metamorfosis es mucho más creíble que Caviezel y Depardieu (aunque recordemos que en la de Depardieu dieron en la tecla al utilizar a los hijos reales de los actores cuando se interpretaba escenas del pasado). Chamberlain demuestra por qué era quizás la mejor opción en el mercado de las mini series setentosas. Trevor Howard es aceptable como Abate Faria, al igual que el resto de los personajes, tan sólo aceptables. Como dato llamativo hay que decir que Louis Jordan, el actor que hizo a Villefort, en 1961 interpretó el papel de Conde de Montecristo en otra adaptación que analizaremos luego.

En cuanto a la escena paradigmática (la que nos encargamos de analizar a fondo: la cárcel) aciertan en dedicarle un tercio del film, aunque como dijimos no ahondan en detalles. Sin preámbulos aparece Edmundo en la cárcel (no hay carceleros ni guardias que le den la bienvenida) y luego mientras cavan para escapar se oyen las voces de Edmundo y Faria en off. Creo que esto es un buen recurso, ya que llegan a la solución de por qué lo han encerrado mientras muestran imágenes de sus trabajos para escapar, recurso que va a continuar en escenas siguientes y que les permite avanzar en la trama en forma veloz.




Entre los detalles que llaman la atención de esta escena, en esta adaptación no hay derrumbe, el abate se enferma y muere en forma natural. Otra se da cuando Edmundo está nadando en el mar y encuentra un tronco que le permite flotar sin esfuerzo (detalle que no aparece en la novela). Una licencia que se permitieron o un objeto que le sobraba al utilero y no querían desaprovechar.

La gran decisión es que mantuvo mucho más fiel que otras adaptaciones el final de la novela. Mucho más creíble y sin los mágicos finales televisivos de medianoche antes de la señal de ajuste.
A pesar del bajo presupuesto están muy bien los interiores de espléndidos palacios y se ajustan también los exteriores de la Isla y Castillo de If. En el vestuario uno no se la cree tanto, a veces parecen escaparse las etiquetas del poliéster sintético de los setenta.
La mira acerca de cuál era el villano principal se desvió apenas. En la novela es Danglars el malvado y acá es Mondego (larga esgrima de por medio, más digna de “Los tres mosqueteros” o “El Zorro”). Además en el libro “la venganza” tiene un poco de piedad e indulta a Danglars, acá no para hasta acabar con todos. Y los párrafos que fueron evitados tienen un sentido porque de no haberlos dejado de lado habría que dedicarle por lo menos 100 minutos más a la parte de la historia que transcurre en Roma y a personajes como Caderousse o Nortier.


En fin, creo que es la mejor adaptación para aquellos que no han leído el libro (y que no piensan hacerlo).

martes, 12 de febrero de 2013

De Condes, Abates y Castillos II

Hoy es el turno de la miniserie francesa Le Comte de Monte Cristo, dirigida por Jasée Dayan en 1998. Así como ya lo habíamos hecho con La venganza del conde de Montecristo, del 2002,dirigida por Kevin Reynolds, analizaremos principalmente la escena más cinematográfica y crucial de la historia: la del Castillo de If, comparándola con la novela de Dumas (padre) y con la película del 2002.

Si bien es una mini-serie tiene la longitud perfecta como para poder desarrollar esta historia tan larga y compleja (son 4 episodios de 100 minutos cada uno) y sin embargo es en la distribución de la historia donde se presenta el gran desacierto. Es que se apresuraron a contar las mejores escenas: los afectos de Dantés, la conspiración, los largos años de prisión y sufrimiento, su relación con el abate Faria, la idea de venganza, el tesoro y la fuga…todo eso, se da en los primeros 45 minutos y por lo general a través de flashbacks, de sus recuerdos. Entonces luego ¿qué hacer luego con las 6 horas restantes de duración?...
El abate casi que no fue utilizado, es aquí un personaje tangencial. Lejos queda de la grandiosa actuación de Harris en el film del 2002.
Si bien esta versión presenta muchos cambios en la trama, en el final de la historia y la sorpresiva supresión o instauración de personajes; es más fiel que la del 2002 en algunos aspectos. La fuga de la cárcel se muestra en forma apresurada pero se ve tal cual está descrita en la novela (suspenso de por medio).


El gran acierto de esta miniserie (y que supera ampliamente a lo que ocurría en el film de Reynolds) es que la versión joven de los protagonistas de la historia, es interpretada por los mismos hijos de los artistas que interpretan la versión mayor de los mismos personajes: Guillaume Depardieu, que interpreta a Edmond Dantés joven, es el hijo de Gérard Depardieu, Naike Rivelli, que da vida a Mercedes veinte años atrás, es la hija de Ornella Muti y Julien Rochefort es hijo de Jean Rochefort, que interpreta a Fernand Mondego. Lo que genera la sensación de realismo en el paso de los años.





Fue rodada en múltiples locaciones, que incluyen Malta, Marsella, Nápoles y París. Y están muy bien cuidados los vestuarios.
La cuota humorística se da con la apariencia y digamos el “tamaño” de Depardieu. Su cuerpo y su rostro no se ajustan a la descripción del personaje, ya que se supone que pasa 18 años de prisión muriendo por falta de comida (ni hablar de su barba que se mantiene mágicamente lampiña durante los largos años en la sombra). Más adelante lo veremos intentando disfrazar su particular ñata para simular ser otro personaje, error parecido en el que incurrieron en el 2002 con Caviezel (Dantés) combinando diferentes estilos de barbas sin modificar su aspecto.

sábado, 27 de octubre de 2012

De Condes, Abates y Castillos


Hacer una película basada en una novela tan exitosa y larga como “El Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas (padre) no es tarea sencilla. Tampoco es sencillo un análisis de comparaciones entre el film y el libro debido a la gran cantidad de personajes y situaciones que se presentan. Por lo que tomaremos una resolución: analizar la escena de la prisión como parte para estudiar toda la historia. Motivado esto por ser el capítulo de la novela “más cinematográfico” y un punto de inflexión. Será allí donde el personaje principal, Edmundo Dantés, inicia su idea de venganza (paradigma de la historia), convirtiéndose en el Conde de Montecristo.

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Los actores de The Count of Monte Cristo, film del año 2002  dirigido por Kevin Reynolds, que protagonizan la escena de la prisión son: James Caviezel (Edmundo Dantés) y Richard Harris (Abate Faria), a los que habría que sumarle sólo por esta vez al personaje que interpreta Michael Wincott (Dorléac).
En la adaptación de Reynolds se tomaron demasiadas licencias en cuanto a los vínculos entre los personajes y además se buscó “modernizar” la trama para que pareciera lo más contemporánea posible -El libro fue publicado en 1845 -. Es una adaptación en donde se elimina la nube dramática que cubre a la novela para hacer la película lo más dinámica y pura de aventuras, sin buscar otra pretensión que entretenimiento y dejando a la historia huérfana de emoción, con una venganza precipitada y sin tensión. Se descuida la reflexión y el cambio existencial que opera en el personaje de la novela mientras está en prisión.

Lo más sobresaliente es que justo en esta escena encontramos a la mejor interpretación de la película: el veterano irlandés Richard Harris como el anciano Abate Faria, compañero de cautiverio de Edmundo. Si alguien trata de imaginar un actor perfecto para este personaje, helo aquí. Explotan al máximo su apariencia física y su pícara presencia. El aspecto técnico es lo segundo a destacar. Se han cuidado mucho la fotografía, las locaciones y los vestuarios. El Castillo de la isla de If es una cárcel para los inocentes que cuestionan al poder establecido. Los interiores se situaron en los estudios irlandeses y los exteriores de la prisión en la Isla de Comino, en Malta, allí también hay un  castillo al borde de unos acantilados.




Algunos de los aspectos que no se cuidaron son, por ejemplo, lo inverosímil del paso del tiempo de los actores, que no varía para nada tras 20 años…el imberbe Edmundo no es reconocido en la barba cuidada y refinada del Conde (algo así como sucede con las gafas y el jopo en Clark Kent y Superman).  
El otro gran desacierto es el embarullado final del film. Se producen encuentros y resoluciones al estilo de una novela televisiva mexicana. Pero creo que con un buen balde de pochoclos y una pizca de atención se deja llevar.