"También ríen en los charcos los inmundos renacuajos cuando rozan el plumaje de algún cóndor que cayó"

sábado, 26 de octubre de 2013

Plagio di Plagio II (o Plagios al Costado)

Descubrir copias es un trabajo fácil. Uno remueve las copas de un árbol y cae una copia, levanta una baldosa floja y encuentra una vil copia, prende la radio y escucha otra copia. Las copias están por doquier, pero un poco más interesante (aunque difícil) es encontrar la copia de la copia.
Hace tiempo vimos como Starway to Heaven de Zeppelin era un plagio y cómo a la vez se la sigue plagiando. Hoy andaremos por fuera del mundo anglosajón, persiguiendo acordes que han recorrido Venezuela, Italia, Argentina y Japón para demostrar que el viaje de una canción a veces no responde a un simple homenaje, sino que son un plagio di plagio.

Ubiquémonos primero en Argentina en el año 2004. La banda de rock-pop Turf sacaba a la venta un disco titulado “Para mí para vos” que entre otros éxitos contaba con “Pasos al Costado”, que dice así…

 Hasta acá nada extraño. Un tema con un ritmo muy pegadizo, una letra que acompaña, un video que acompaña a la vez la sugerente letra. Lo que se dice: un hit. Pero la cosa se le empieza a poner un tanto oscura a Turf cuando retrocedemos una década, exactamente al año 1991 y nos damos cuenta que el italiano Eros Ramazzotti sacaba el tema “Seguimi”.



¿Imitación? Si, pero la cosa no termina acá. Turf pudo haber copiado la forma de cantar el tema a Eros y algunos acordes, pero las bases reales tenemos que ir a buscarlas bastante más atrás en el tiempo. Por lo que Eros también quedaría bajo un manto de sospecha.
Vayamos al año 1958, año en el que el venezolano Hugo Blanco compuso “Moliendo Café”. Este tipo es un capo tocando el arpa y creó el siguiente ritmo con 18 años, por eso (por ser menor de edad) las primeras versiones del tema no son suyas . 


Recién en el año 1961 pudo editarla y en Argentina llegó a ser muy conocida -tanto que cualquier integrante de Turf podría encontrar discos de él entre los vinilos de sus padres y/o abuelos-. Lo que todavía intento descifrar es si este ritmo se usaba en los cánticos de las hinchadas de fútbol de Venezuela y/o Colombia antes del 2004, con lo cuál otra hipótesis es que haya sido traspasado a las tribunas argentinas (que están siempre detrás de nuevos ritmos) y así algún integrante de la banda de rock argentina podría haberla adoptado. Si alguien puede desasnarme al respecto, será bienvenido.

Y ya que estamos, desviándonos un poco hacia la rama del fútbol vemos cómo este ritmo luego del 2004 viaja desde Sudamérica hacia el otro lado del Mundo. Es que las hinchadas japonesas en su afán de querer adoptar la pasión argentina han venido hasta nuestras tierras a aprender canciones. Así, uno de los cánticos exportados es el tema en cuestión. Los hinchas de San Lorenzo pueden dar fe de que los hinchas del Tokyo (que tienen los mismos colores que el Ciclón -los del video son de Yokohama-) vinieron a Boedo a aprender canciones y hasta se han llevado banderas. No hay nada más sorprendente que ver y escuchar las ordenadas y respetuosas hinchadas japonesas a este ritmo. ¡Atenti a los aplausos!

Algunos dicen que se copiaron de la hinchada Argentina en los mundiales, otros colombianos dicen que las hinchadas argentinas se copiaron de ellos, y hay una historia muy interesante sobre el video que corrió en internet como un reguero de pólvora, llamado "Dale Cavese" del equipo italiano Curva Sud Castello Mari, ya en 2006. Pero claro, de los italianos no me sorprende tanto. Lalaa lala lala laala lala laaala...

Lo cierto es que todos y cada uno de ellos (incluidos Eros Ramazzotti y Turf) deben agradecerle al arpa de un compositor venezolano. A ese tipo que parece ser que se peleó con el tío porque éste se hizo cargo de sus composiciones hasta que él fuese mayor de edad y luego no quiso reconocer su autoría, a ese tipo llamado Hugo Blanco.

Y así como el fútbol da siempre revancha. La música también. Así que pronto veremos cómo Turf (el plagiador) también fue plagiado. 

lunes, 14 de octubre de 2013

De Condes, Abates y Castillos III

De todas las adaptaciones audiovisuales de la novela “El Conde de Montecristo” de Dumas que hemos analizado (hasta hoy), esta de 1975 resulta ser la más fiel. Respeta los acontecimientos en casi todos los aspectos y el problema resultante de ello es que, al llevar una historia de 800 páginas a sólo 100 minutos, los detalles quedan en el camino. Se simplificó la trama a un punto minúsculo y se tomó el drama justo y necesario por lo que el ritmo no permite ni un momento de descanso. Y claro está, la novela presenta muchas otras capas de sutileza y ahonda mucho más en el sentimiento central: la venganza.
Tenían que simplificar y los cambios en la primera parte tienen sentido, ya para el final me parece que se les fue un poco de las manos -la primera mitad trata el primer tercio del libro y en la otra mitad se encargan de los dos tercios restantes de la novela-. Además hay que tener en cuenta que es una adaptación televisiva y que el presupuesto no es el de la gran pantalla como la de Caviezel del año 2002. Y, comparada con la adaptación de TV de 1998 con Depardieu, es mucho más corta; por lo que al guión no se le puede discutir nada.



La mayoría de los personajes hacen su aparición, aunque algunos convirtiéndose inevitablemente de personaje secundario en extra. Richard Chamberlain se ajusta a la descripción del personaje principal: es un excelente Edmundo Dantés y Conde de Montecristo, incluso en sus otras metamorfosis es mucho más creíble que Caviezel y Depardieu (aunque recordemos que en la de Depardieu dieron en la tecla al utilizar a los hijos reales de los actores cuando se interpretaba escenas del pasado). Chamberlain demuestra por qué era quizás la mejor opción en el mercado de las mini series setentosas. Trevor Howard es aceptable como Abate Faria, al igual que el resto de los personajes, tan sólo aceptables. Como dato llamativo hay que decir que Louis Jordan, el actor que hizo a Villefort, en 1961 interpretó el papel de Conde de Montecristo en otra adaptación que analizaremos luego.

En cuanto a la escena paradigmática (la que nos encargamos de analizar a fondo: la cárcel) aciertan en dedicarle un tercio del film, aunque como dijimos no ahondan en detalles. Sin preámbulos aparece Edmundo en la cárcel (no hay carceleros ni guardias que le den la bienvenida) y luego mientras cavan para escapar se oyen las voces de Edmundo y Faria en off. Creo que esto es un buen recurso, ya que llegan a la solución de por qué lo han encerrado mientras muestran imágenes de sus trabajos para escapar, recurso que va a continuar en escenas siguientes y que les permite avanzar en la trama en forma veloz.




Entre los detalles que llaman la atención de esta escena, en esta adaptación no hay derrumbe, el abate se enferma y muere en forma natural. Otra se da cuando Edmundo está nadando en el mar y encuentra un tronco que le permite flotar sin esfuerzo (detalle que no aparece en la novela). Una licencia que se permitieron o un objeto que le sobraba al utilero y no querían desaprovechar.

La gran decisión es que mantuvo mucho más fiel que otras adaptaciones el final de la novela. Mucho más creíble y sin los mágicos finales televisivos de medianoche antes de la señal de ajuste.
A pesar del bajo presupuesto están muy bien los interiores de espléndidos palacios y se ajustan también los exteriores de la Isla y Castillo de If. En el vestuario uno no se la cree tanto, a veces parecen escaparse las etiquetas del poliéster sintético de los setenta.
La mira acerca de cuál era el villano principal se desvió apenas. En la novela es Danglars el malvado y acá es Mondego (larga esgrima de por medio, más digna de “Los tres mosqueteros” o “El Zorro”). Además en el libro “la venganza” tiene un poco de piedad e indulta a Danglars, acá no para hasta acabar con todos. Y los párrafos que fueron evitados tienen un sentido porque de no haberlos dejado de lado habría que dedicarle por lo menos 100 minutos más a la parte de la historia que transcurre en Roma y a personajes como Caderousse o Nortier.


En fin, creo que es la mejor adaptación para aquellos que no han leído el libro (y que no piensan hacerlo).