Sala de espera de consultorio médico, colmada.
Frodo aprovecha el tiempo leyendo La Batalla de José Luna de Leopoldo Marechal (1). Pasan los minutos y también los pacientes.
Un hombre de contextura física titánica y caminar cansino, tapando la luz de la sala, se detiene delante y señala el libro.
Titán: ¡¿Marechal?! ¿Te gusta Leopoldo Marechal?
Frodo: Si, por supuesto.
T: Vení, seguime pibe.
Frodo guarda el libro y sigue al hombre, a quien los trabajadores del lugar saludan con solemnidad. Arrastrando los fanguses con pachorra, el gigante va por grises pasillos que decantan en una oficina privada, apartada, y desordenada de papeles, comidas y una botella abierta de los ocho hermanos (2). El titán se desploma sobre una silla de escritorio emitiendo un bufido de queja y cansancio. Con la palma abierta invita a Frodo a tomar asiento.
T: Decime, ¿y por qué leés a Marechal? ¿Sos católico?
F: No. Sólo me gusta mucho su obra, porque...
T (interrumpe): Sabés que Marechal me ha ayudado mucho. Soy devoto de San José Obrero, y la parentela de Leopoldo me dió una mano para poder traer de Italia una estatua que había comprado y que por cuestiones burocráticas los tanos tenían retenida. Lamentablemente, por otras cuestiones que no vienen al caso quedó varada en Panamá, donde hacía escala. El trámite con Argentina estaba forfai, pero también gracias a la parentela pude hacer la gestión para que San José le llegara a un amigo muy creyente en Nicaragua. Se lo regalé. Pero podés creer que la convirtió en una estatua de San Ramón Nonato (3) ¡¿podés creerlo?! ¡El tipo le puso candados a mi San José y lo hizo San Ramón!
Ríe estrenduosamente varios segundos. Golpean la puerta.
T: ¿Quién vive?
Una secretaria se asoma, da a entender que sólo quería asegurarse que todo estuviese bien. Cierra.
En ese momento, suena el teléfono de oficina, varias veces. El Titán se queda mirando uno de los ángulos superiores de la oficina, ahí donde anidan las arañas. Por fin, atiende.
T: Si... si, si está acá. Ok, perfecto, terminamos algo urgente y ya te lo mando. Si, andá llamando a otros pacientes.
¡Clic! Corta.
T: Es la médica que te está buscando. ¿En qué estábamos?
F: Pero es que...
T (vuelve a interrumpir, bruscamente): Ah, si ¡San Ramón Nonato! ¡Le metió un candado! ¡Agarró mi San José, le piantó el martillo y le clavó un candado! Una genialidad.
F: Claro, pero es que tengo que...
El Titán comienza un monólogo que tornará por arroyos de chamuyos subalternos y que volverán siempre al afluente del candado pero jamás llevarán a algún cause de fundamento principal de la reunión.
El pusilánime de Frodo siente que allí se va su tarde, a la vez quiere saber cómo termina la historia. Si es que termina. Piensa en lo irónico de no tener un candado.
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1. La batalla de José Luna es un sainete que trata de un ex boxeador devenido en vendedor de biblias. Ambientado en un conventillo de Buenos Aires de principios de Siglo XX, allí se darán varios enfrentamientos terrenales, pero también enfentamientos amorosos, metafísicos y celestiales.
2. El licor de Anís de los 8 Hermanos tiene 36° alcohólicos. Fue muy popular en la época dorada del tango, las nuevas generaciones nunca lo adoptaron. Cuesta 3,5 en guita gringa (unos 3,2 euros, hoy)
3. San Ramón Nonato lleva ese nombre por haber nacido por cesárea, luego de que su madre falleciera. Es el santo patrón de niños, partos, embarazadas y personas falsamente acusadas. Siendo cautivo, sus carceleros musulmanes lo martirizaron colocándole en los labios un candado para impedir su prédica.
Por si se cruzan con el Titán, este es un identikit aproximado.